Un artículo para ponerte a pensar…

Quizás no para dejar de llorar… pero si para pensar…


Tenemos que hablar

Por Laura Drescher

Las rupturas, por donde se les mire, siempre son algo complicado. Dejar o ser dejado son estados bien distintos, pero a la vez con una carga muy fuerte. Si te dejan, es terrible, porque seguramente uno no quiere ser dejado. Por lo tanto empieza el sufrimiento atroz que puede durar largo tiempo, incluso años. Lo más probable es que uno se regodee en la tristeza y el azote. La autoestima se va a l carajo, pues uno se siente que no “valió” lo suficiente para esa persona, que le faltaban requisitos por cumplir. Claro que cualquier ruptura tiene etapas: negación,
enojo, depresión y finalmente aceptación. Según he oído, los duelos en general pueden llegar a durar dos años, cifra poco alentadora pero no realmente necesaria, ya que también hay rupturas que se superan en meses, y otras en días.

Ser dejado es horrible, pero muchas veces hay algo bello en ese sufrir, un flagelo romántico, una identificación
con personajes literarios, héroes o heroínas con los cuales nos sentimos hermanados en el dolor. Pero la realidad es que la mayoría de las veces uno se la pasa realmente mal, con una sensación de ahogo, de hundimiento y de que la vida ya no tiene ningún sentido. La buena noticia, y la habrán escuchado más de una vez, es que el tiempo lo cura todo, aunque claro, el tiempo tiene que pasar.

Lo cierto es que, mirando atrás, uno a veces se ríe de aquel dolor y no logra entender cómo es que sufrió
desmesuradamente por aquella persona. En lo personal me han dejado varias veces, pero en una ocasión (y viéndolo a la distancia) resulta hasta cómico, con visos de telenovela barata. La primera vez que hicimos el amor, el susodicho me dijo que me amaba, y allí
se me prendió la primera luz roja (nunca me ha parecido natural que alguien te ame al primer acostón; claro que yo soy poco romántica y no suelto palabras de amor a la ligera). La relación siguió adelante aunque el siempre mas clavado que yo. El vislumbraba hijos y casa, y yo ensayaba una obra de teatro hasta muy tarde por las noches. Nuestras proyecciones no parecían juntarse en ningún punto hasta que un día, no recuerdo por qué razones, decidí que yo debía tirarme al agua, que ese hombre realmente me amaba y no todos los días uno encuentra quien lo ame locamente. Por lo tanto intenté proyectar la casa y los hijos sin descuidar, claro está, mi amado teatro. Al poco tiempo de mi decisión, él me llamó y pronunció esa frase que todos conocemos muy bien y de la cual deducimos automáticamente sus implicaciones: “Tenemos que hablar”.

Nos vimos y ese hombre que tanto me amaba dijo (no me olvido más y hasta cuando lo cuento me río): “Ya no
tengo más amor para ti”. Upss! Quedé anonadada. Mi cerebro no lograba comprender el mensaje. Nos despedimos y estuve sufriendo un tiempo con llanto y todo, como corresponde, tratando de vender la casa y los hijos de sus sueños. Con el tiempo descubrí que él era una persona que tenia, digámoslo
así, una bolsita con amor para mí, pero se lo gastó todo, y cuando fue a mirar dentro, se dio cuenta de que se le había acabado. Capaz que, como lo empezó a usar en el primer acostón, quedó poco para el final. Por eso es bueno dosificar.

Fuera de broma, que te dejen siempre resulta tremendo. También es duro ser el que deja, porque en general uno pasa a la categoría de “hijodesuchingadamadre” automáticamente.

Hoy, en estos tiempos de tanta tecnología, me han estado llamando la atención las formas nuevas que hay para
dejar a alguien. Hace poco, de vacaciones, una amiga recibió un mensaje vía celular de su novio que decía algo así como: “Te estoy dejando. No me llames ni me busques”. Aclaro que no son adolescentes, que su relación lleva más de tres años, que ambos tienen hijos y responsabilidades. Sin embargo, parece que es lo de hoy. No solo le arruino las vacaciones (podría haber esperado
perfectamente), sino que fue incapaz de poner la cara que es lo mínimo que se merece el otro, el que va a ser dejado.

El tema da para más, como siempre. Se podrán usar los mensajitos, los mails, el skype, el teléfono. Incluso las palomas mensajeras, pero nada va a sustituir el cara a cara, el mostrar la valentía de enfrentar la decisión y el mínimo respeto hacia el que va a ser dejado.